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2016 está por terminar y es de lo más natural recapitular el año en eSports. Si bien esto es más bien una publicación digna del día 31, no me importará mucho y publicaré hoy porque en esas fechas estaré de viaje y solo C’thun sabrá (y decidirá) si tendré acceso al mundo digital allá.

Así me habría visto si trabajara en eSports desde inicios de la OGN Starleague. Créditos de la foto a mi padre.
En febrero se cumplirán tres años desde mi primer trabajo en el mundo de los juegos, en alguna vieja revista y un primer cast para el torneo de una pequeña comunidad. La realidad es que soy muy nuevo en esto y no tengo ganas de escuchar un «pfft, amigo, los torneos de Brood War importantes llevan dieciséis años, eres muy nuevo en esto» porque, pues, sí lo soy. No voy a aventar el típico discurso de cómo la popularización de los deportes electrónicos en occidente y, principalmente, en Latinoamérica comenzó mucho después porque realmente no prueba nada más allá de los deseos de excusarse de quien utiliza el argumento.
Muchos creen que para trabajar en este medio se requiere pertenecer a una élite especial con acceso solo por invitación y con una contraseña que cambia cada día, pero la realidad es que ese no es el caso. Basta con dedicarle el tiempo necesario (que por lo regular es más que el suficiente) y, más que nada, tener un montón de pasión y saber vender el trabajo propio. Pero eso tampoco es el punto aquí, sino más bien pensar que mi año uno fue de vivir sin paga, de tratar de conocer cualquier juego, de esforzarme por saber narrar absolutamente todo, de fracasar tratando de aprenderme las estructuras Terran en StarCraft 2 (juego que no narraría por primera vez sino hasta hace unas semanas) y, principalmente, de no conocer a nadie: los pocos contactos que podía tener estaban en la misma empresa que yo y cuando se daba la oportunidad de que se me presentara a algún representante de Twitch o Riot Games me viera como un terrible fanboy que alejara a esas personas (que no se confunda, admiro el trabajo de esta gente, pero verlos como dioses no siempre es una buena idea y por eso aún no sé qué me pasará cuando conozca a Nahaz en persona).

Primer casteo oficial de Overwatch en LatAm, compartí micrófono con Lhoki y SolidCaster (pero él llegó después de la foto).
Un año dos llegó con suficientes ofertas de trabajo y envíos de currículum a varios lugares (para quedarme en mi queridísima ESL), nuevos eventos, Campus Party, mis primeras incursiones a Dota 2 y principalmente el tremendo golpe a mi ego cuando me percaté que estaba lejos de ser el mejor en mi rol y mucho más lejos de ser un pionero. El coraje duró poco pues se convirtió en más bien un honor saber que había personas que llevaban años intentando dedicarse a esto en otros juegos cuya escena local para mí no era del todo conocida al momento. 2016 fue lo mismo pero con más eventos y menos dolores al ego. Finalmente llegamos ahí: ¿qué es de Latinoamérica ahora que termina el año? Es una región que sigue «en crecimiento», pero todas siguen así, cada una a distinto paso.
Lo que sí es cierto es que este año se formalizó el competitivo de League of Legends en la región y se implementó el sistema de gaming houses, se tuvo el primer torneo internacional en México donde nuestra región no tuvo resultados óptimos y se tuvo una competencia por un pase al mundial después en la cuál Latinoamérica estuvo a un juego (y no a un ban de Gangplank como muchos aún alegan). Se tuvo un evento de la World Championship Series de StarCraft 2 en Ciudad de México donde JimRising comenzó a trabajar también como un comentarista a nivel profesional. Vimos el 322 (que no es algo positivo pero ha hecho que otras casas deportivas de la región aprendan que en este mundo existen las reglas), la densísima representación latina en todas las competencias involucradas en WESG. A nivel global vimos nuevos comentaristas, talento joven debutando en el nivel profesional, ligas colegiales, gente viajando de todas partes del continente a presenciar el lanzamiento de Overwatch, organizaciones adoptando el juego sin pensarlo dos veces, tres equipos argentinos compitiendo por un puesto en la fase final del Atlantic Showdown. Bueno, una lista larga de cosas nuevas para la región, sin duda.
¿Qué sigue en 2017? Una de las personas que más admiro en el medio (y que ha sido un tremendo líder y compañero en ESL Latinoamérica) ha dicho que 2017 será el año. No lo dudo para nada, pero todos tienen que jugar su papel para que esto suceda. ¿Qué papel? Seguir haciendo su trabajo con y por pasión, sea lo que sea a lo que se dediquen Pero no solo eso sino también (ahora me dirijo a ti, lector, y no solo a mis colegas) apunta a lo más alto y nunca pares de experimentar: intenta ir pro aún si ya no se tiene la edad, jugarle al caster de un juego que disfrutes aún si consideras que la voz de Reaper es mejor que la tuya, mete referencias a Jojo o a Undertale en todo lo que narres, escribe por gusto, escribe por escribir, escribe algo hermoso a partir de notas tan horrendas como «base pijeada a minuto 12», trabaja para un equipo, trabaja para su rival después, aplica tu carrera universitaria a los videojuegos o, es más, haz de tu tesis de maestría un proyecto para volver los deportes electrónicos en Latinoamérica un lugar mejor, compón música para un juego, véndesela a una promotora, arma un currículum y mándalo a todos lados sin esperar nada pero a su vez sin temer nada. No estamos compitiendo tú y yo, ni yo con nadie; somos pocos no por ser una élite, somos pocos porque muchos consideran una vergüenza pensar «terminó una licenciatura en física, pudo trabajar con uno de los mejores grupos de investigación del mundo y se dedicó a algo que no le va a dar para vivir nunca» o bueno, pensar con remordimiento en cualquier historia parecida a la mía que puedan adaptar a sus personas. Da lo mismo, 2017 será un año gigante en la historia de los eSports en nuestra región y si no das el salto ahora, alguien más lo hará por ti.
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